Para los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, los templos no son los lugares para la adoración habitual de los domingos. Son muy diferentes de los miles de capillas y centros de reuniones que hay en todo el mundo y que sí se utilizan para los servicios dominicales.
Cualquier persona, independientemente de su religión, puede entrar en un centro de reuniones de los Santos de los Últimos Días y asistir a los servicios. Sin embargo, debido al carácter sagrado de los templos, considerados “casas del Señor”, sólo a los miembros de la Iglesia que demuestran una buena conducta se les permite entrar en ellos. Con ese fin, los miembros deben estar cumpliendo los principios básicos de la fe y atestiguar de ello ante sus líderes locales una vez cada dos años.
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La santidad del templo se puede confirmar en la antigüedad, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, Moisés hizo que los hijos de Israel llevaran con ellos el Tabernáculo (un templo grande y portátil) a medida que andaban en el desierto. El rey Salomón edificó y dedicó el gran templo que destruyeron los babilonios en el año 586 a. C., el cual fue reconstruido y posteriormente ampliado, aunque nuevamente fue destruido, esta vez por los romanos, en el año 70 d. C. El gran Muro de los Lamentos aún puede verse en Jerusalén en la actualidad y sigue siendo un lugar sagrado para los judíos. El Nuevo Testamento relata el momento en que Jesucristo despejó los templos cuando su santidad fue profanada por personas que utilizaban sus atrios como un mercado común.
Los templos de los Santos de los Últimos Días se consideran casas de Dios, un lugar de santidad y paz aparte de las preocupaciones del mundo. Proporcionan un lugar donde los miembros de la Iglesia hacen promesas y efectúan compromisos formales con Dios. También son el lugar donde se administran los mayores sacramentos de la fe: el matrimonio y el “sellamiento” de las familias por la eternidad.
Los templos son el único lugar donde se pueden realizar ceremonias como el bautismo y el matrimonio eterno a favor de personas fallecidas, una práctica que los Santos de los Últimos Días sostienen que se seguía en la época del Nuevo Testamento pero que luego se perdió.
Los templos dirigen a los Santos de los Últimos Días hacia Jesucristo y su futura vida con Él, con su Padre Celestial y con sus familiares, si cumplen con la condición de ser fieles a las enseñanzas de Cristo.
En una revelación moderna, José Smith recibió guía para construir un templo en Kirtland, Ohio (dedicado en 1836). Luego se le instruyó que construyera un templo en Nauvoo, Illinois (1846). Los templos eran tan importantes para los primeros miembros de la Iglesia que a los pocos días de haber llegado al Valle del Lago Salado, Brigham Young seleccionó el lugar del Templo de Salt Lake.
Existen 152 templos en todo el mundo, ya sea en funcionamiento, en construcción o anunciados.
En la mayoría de los templos hay una estatua dorada de un hombre con una túnica ondulante con una larga trompeta en la boca. La estatua representa al ángel Moroni, un antiguo profeta y un personaje clave del Libro de Mormón. Esta estatua simboliza la predicación del evangelio de Jesucristo al mundo.