La BBC informó de “un récord de lluvias en Alemania y Bélgica”. La canciller Angela Merkel comentó que el idioma alemán apenas conocía palabras para describir la devastación que había visto. Miles de voluntarios se apresuraron a acudir a las zonas afectadas por las desastrosas inundaciones en Europa. Entre las personas que limpiaban y prestaban ayuda había misioneros y miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Hubo una efusión de bondad, amor y unidad. El miedo se encontró con el valor; la desesperación, con la esperanza”, dijo el élder Erich W. Kopischke, primer consejero de la presidencia del Área Europa. Y añadió: “Como Iglesia, estamos profundamente agradecidos a todos los que han sacrificado su tiempo y sus recursos para ayudar a los necesitados. Ver a nuestros misioneros y miembros sirviendo junto a vecinos, amigos y totales desconocidos llena nuestros corazones de humildad y gozo”.
Las calles no existen, las casas están destrozadas
“En esta situación catastrófica, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días envió misioneros para ayudar”, explicó Manfred Gerlach, uno de los varios miembros locales encargados de gestionar la labor de ayuda. Las mujeres y los hombres jóvenes que sirven en la Misión Alemania Fráncfort interrumpieron su rutina de enseñanza y atención a las necesidades espirituales de las personas para echar una mano en la zona del desastre.
Una de estas jóvenes misioneras fue la hermana Maggie Mace, de Lynchburg, en el estado norteamericano de Virginia. “Imagínate esto: llegas al aparcamiento de una fábrica con otros siete misioneros. Sales y ves a cientos de personas a tu alrededor con monos de trabajo y botas de goma embarrados”, recuerda. “Ves que la ciudad está destruida. Las calles no existen, las casas están destrozadas y hay montañas de posesiones de las personas cubiertas de barro donde antes había una calle”.
El élder Jeffrey Hilton y la hermana Karen Hilton, una pareja de jubilados que sirven como voluntarios en el Departamento de Comunicaciones de la Iglesia en Fráncfort del Meno, se desplazaron a Bad Neuenahr-Ahrweiler, en Alemania, para ayudar. “Una heladería local fue destruida cuando, no uno, sino dos pequeños automóviles fueron lanzados a través de la fachada del edificio por la fuerza del agua”, observó el élder Hilton.
Unidos por el deseo de ayudar a los demás
El élder Hilton concluyó: “Lo que unió a los voluntarios fue el lenguaje universal del amor y el servicio. No importaba de dónde fueran o qué dialecto hablaran. Todos estábamos allí por la misma razón”.
El élder Knighten Cole Worthington, un joven misionero del estado norteamericano de Utah, dijo que fue impresionante ver a las personas acudir de toda Alemania para ayudar y servir a los necesitados. Al recordar su propia experiencia como voluntario, señaló: “Muchas experiencias de esta semana me han enseñado que, cuando las personas lo ha perdido absolutamente todo, se unen con un corazón humilde y se sostienen los unos a los otros, paso a paso”.
“Ángeles en marcha”
Hasta ahora, los misioneros y los miembros locales de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días han aportado unas 12 000 horas de voluntariado al servicio de las víctimas de las inundaciones, solo en Alemania.
Muchos de ellos llevaban chalecos amarillos brillantes que decían “Helping Hands” [Manos que Ayudan], por lo que eran fáciles de reconocer. Después de unos días, los habitantes de Bad Neuenahr-Ahrweiler empezaron a llamar a los misioneros “Engel unterwegs” [“Ángeles en marcha”].
Los voluntarios de la Iglesia colaboraron con las autoridades locales y respondieron a las necesidades de personas, familias y empresas. “No tardé en encontrarme en un restaurante, ayudando a sacar el barro, los escombros y los enseres sucios del sótano”, dijo el élder Jacob Reed. “En un principio había pensado que iríamos allí, ayudaríamos hasta terminar lo que había que hacer, tal vez tres o cuatro horas, y luego comeríamos y nos iríamos a la siguiente casa. Pero me equivocaba. Cargaba cubo tras cubo tras cubo, desde la casa hasta la calle, y simplemente lo vertía todo en la calle. Aquello no parecía tener fin”.
El élder Kopischke también pasó un día de voluntariado en la región de la crisis en Alemania, junto a su esposa Christiane, su familia, misioneros y miembros de otros grupos y organizaciones religiosas. Allí ayudaron a limpiar una escuela infantil católica.
“Había un ambiente muy positivo y alegre, a pesar del trabajo tan duro y agotador y del entorno devastado. Los voluntarios no estaban descontentos y no se quejaban de las circunstancias, sino que parecían disfrutar realmente de lo que hacían”, afirma Christiane Kopischke.
En Suiza, los miembros y los misioneros también ayudaron a las personas afectadas por las inundaciones.
Los Santos de los Últimos Días de Luxemburgo donaron bolsas de ropa a la iglesia protestante danesa local. La Iglesia también se puso en contacto con los miembros de las zonas afectadas y ofreció bombas de agua, alimentos, apoyo y cuidado de niños a los afectados.
Una semana después de las inundaciones, unos ochenta miembros de la Iglesia de Bélgica y los Países Bajos, así como misioneros de la Misión Bélgica/Países Bajos, se reunieron en una zona residencial de Lieja, en Bélgica. Una vez allí, los voluntarios recibieron asignaciones sobre dónde y cómo ayudar. A casi todos los miembros del grupo de la Iglesia se les pidió que ayudaran en el municipio valón de Trooz, junto al río Vesdre. Durante la inundación, el nivel del agua subió allí siete metros por encima de lo normal. Muchos residentes lo perdieron todo y no podrán volver a sus casas durante meses debido a los daños. Desde entonces, los misioneros han regresado cada semana a la zona de Lieja para prestar ayuda.
Daryl A. Watson, el presidente de la Misión Bélgica/Países Bajos de la Iglesia, dijo que la labor de ayuda le recordaba profundamente una declaración de El Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo: “… cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios” (Mosíah 2:17).
Los misioneros de la Misión Francia París también aportaron su ayuda. El élder Olivier Seube y la hermana Bernadette Seube llegaron a Lieja apenas una semana después de las inundaciones. Inmediatamente comenzaron a organizar proyectos de servicio para limpiar los escombros de las casas y los jardines. Misioneros de Bélgica, Luxemburgo y el este de Francia se unieron a ellos para ayudar y también lo hicieron miembros locales de Bélgica y Francia. Los Seube se comunicaron y trabajaron con organismos gubernamentales y organizaciones sin ánimo de lucro para llevar a cabo su labor. Ahora están planeando un concierto benéfico a favor de los afectados.
Un grupo de misioneras tenía algo de tiempo entre dos proyectos y decidió orar y pedir a Dios que las guiara hacia alguien que necesitara ayuda. Sintieron que debían caminar por una calle en particular, donde Martine Durtka abrió su puerta. Las misioneras se acercaron a ella y Martine les dijo que le vendría muy bien una ayuda para limpiar su patio trasero, que estaba cubierto de suciedad y escombros.
La ayudaron toda la tarde y le enviaron una foto que tomaron. “Hola, hermanas mías. Su presencia, su amabilidad, su ayuda, sus sonrisas y su benevolencia me han brindado fuerza y alas. Ustedes me han llegado al alma. Gracias por la foto, todas juntas hemos hecho un gran trabajo. Se lo agradezco de todo corazón”, fue su respuesta.