En Puerta de Madrid, periódico de Alcalá de Henares (Madrid ),de difusión comarcal, de los más antiguos de la Comunidad de Madrid, se ha publicado en su número del 31 de agosto un interesante artículo de dos jóvenes misioneras de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormones) que prestan servicio en Salt Lake City, EEUU una y en Santiago, Chile la otra.
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De una manera cercana se explica cómo estas dos jóvenes, hasta el momento de comenzar su misión, tenían vidas similares en muchos aspectos a otras jóvenes de su edad. Han formado parte activa de su entorno social, han estudiado música y realizado estudios universitarios. Al mismo tiempo, el evangelio ha formado parte activa en sus vidas desde sus primeros años de vida y el mismo les ha ayudado a desarrollarse y a tener el deseo de compartir esos valores cristianos con otras personas. Han dejado aparcados sus estudios y sus quehaceres cotidianos durante un año y medio y han sido enviadas a partes tan distantes del mundo como Estados Unidos, en un caso y Chile, en el otro, para compartir el mensaje del evangelio de Cristo con otros. Para llevar a cabo este deseo tan loable sus padres están sosteniéndolas completamente tanto moral como financieramente.
Siguiendo el modelo que Jesucristo estableció en el Nuevo Testamento, se envían misioneros mormones de dos en dos (véase Marcos 6:7) para enseñar el Evangelio mediante lecciones y servicio a los demás entre 18 y 24 meses. Como lo enseñó Cristo, estos misioneros hallan un mayor propósito en su vida a medida que se centran en las necesidades de los demás.
Los misioneros dedican varias horas cada mañana a estudiar las enseñanzas de Jesucristo y hablar de las citas de enseñanza que tienen previstas para ese día. Tras la rutina de la mañana, se reúnen con personas en diferentes entornos hasta las nueve de la noche, con una breve pausa para las comidas. Conversan con personas por la calle y en su casa sobre las creencias mormonas básicas y contestan preguntas y visitan a personas de otras religiones y miembros de su misma Iglesia que necesitan un mensaje edificante.
Estos jóvenes prestan servicio comunitario, por ejemplo en tareas de limpieza tras catástrofes, enseñan inglés y visitan a ancianos. Después del huracán Sandy, los misioneros mormones se esforzaron por ayudar no solamente a los miembros de su Iglesia, sino también a sus vecinos y a cualquier persona que viviera dentro de su área. La cifra conjunta de horas de servicio anual prestado por estos 75.000 misioneros es millonaria.
Al igual que todos los misioneros, cuando regresen a sus casas después de finalizado su servicio voluntario y altruista, nuestras jóvenes amigas retomarán sus estudios y sus vidas, continuando así siendo una influencia positiva tanto para sus familiares, sus amigos, así como para la sociedad de la que forman parte, trayendo eso sí cada una de ellas en sus maletas un gran bagaje de experiencias que constituirán, como se menciona en el artículo un master en relaciones humanas.