Comunicado de Prensa

¿Por qué La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días realiza Ayuda Humanitaria?

Jesús no sólo enseñó por el precepto, sino también mediante el ejemplo… Extendió la mano para que otros se elevaran… El mandamiento divino de socorrer al débil, levantar las manos caídas y fortalecer las rodillas debilitadas se mantiene inalterable. A todos se nos ha mandado… a hacer… a elevar… Hay personas dentro de la esfera de nuestra influencia que, con las manos extendidas, claman: ‘¿No hay bálsamo en Galaad?’ Cada uno de nosotros debe responder” (Thomas S. Monson, “Con la mano y con el corazón”, Liahona, enero de 1995, págs. 4–5)

A la gente le gusta hablar sobre lo mucho que necesitan “encontrarse” a sí mismos. Normalmente, esto significa que las personas se sienten infelices, que están desorientadas y que se concentran principalmente en ellas mismas. Resulta interesante que Cristo dijera que para encontrarnos debíamos perdernos: “Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio la salvará” ( Marcos 8:35). Perdernos en el servicio es una forma excelente de encontrarnos. Nos permite poner en práctica lo que Jesús hizo. Él nos enseñó que amar a Dios era el primer mandamiento y que amar al prójimo era el segundo. Demostramos nuestro amor por Dios sirviéndonos los unos a los otros. Y amamos a quienes servimos. El servicio nos aporta una felicidad que nunca conseguiremos con el interés personal. Sucede con cosas grandes y pequeñas, en público y en privado, con amigos y desconocidos.

Hasta las cosas pequeñas que hacemos, como ayudar a alguien en su jardín o abrirle la puerta a otra persona, pueden hacer que la vida resulte más fácil para los demás—y nos pueden hacer un poco más felices a nosotros. No resulta difícil encontrar oportunidades para compartir nuestro tiempo y energía. La belleza de seguir el ejemplo de Cristo es que no hace falta evaluar a quién, cuándo o cómo servimos, sólo tenemos que actuar. Lo podemos hacer de manera planificada o espontánea, por alguien conocido o por un extraño. El servicio cristiano evita el reconocimiento, no acepta recompensas y está motivado por el amor.

¿Cómo ayudamos?

La Iglesia practica la caridad cristiana en gran escala, mediante la donación de fondos y suministros a aquellas zonas del mundo que lo necesitan.

Además de sus actos de servicio pequeños y personales, los mormones hacen grandes donaciones, de manera organizada, a lugares que precisan ayuda. Desde que se empezó a llevar un registro en 1985, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha donado más de 1.000 millones de dólares en efectivo y en materiales a 167 países que han necesitado ayuda humanitaria. Envió por avión carpas (tiendas de campaña), lonas, pañales y otros suministros a las zonas de Chile afectadas por el terremoto de febrero de 2010, y dos aviones, cada uno con más de 36.000 kg de alimentos y artículos para emergencias a Haití en enero de 2010 tras el catastrófico terremoto. La organización de la Iglesia a nivel local, nacional e internacional permite coordinar rápidamente su trabajo de auxilio para que los alimentos, los suministros y los trabajadores puedan llegar en el momento en que más se los necesita.

La Iglesia no discrimina a ninguna afiliación religiosa, étnica ni nacionalidad. Ofrece esperanza y la posibilidad de una vida que supere la enfermedad, la pobreza y la desesperación. Todo ello forma parte del plan de Dios de que llevemos las cargas los unos de los otros y actuemos como Sus manos en la tierra. El programa de bienestar de la Iglesia también ayuda a las personas que tienen necesidades a nivel local, a quienes ofrece ayuda temporal en forma de alimentos, ropa y en la búsqueda de empleo. A los que reciben ayuda se les da la oportunidad de trabajar a cambio de ella, cuando es posible.

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