Nota de prensa

Todos son iguales ante Dios

‘Abandonar las actitudes y acciones de prejuicio hacia cualquier grupo o individuo’

En el sosegado marco espiritual de la Iglesia de Nuestra Señora de Copenhague, el Christus de Thorvaldsen es una visión inspiradora. Maravillosamente iluminado, y como si estuviera bañado en luz dorada, se encuentra imponente en este espacio sereno ubicado en la capital de Dinamarca.

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El Christus de Thorvaldsen se muestra imponente en la Iglesia de Nuestra Señora, Copenhague.© 2021 by Intellectual Reserve, Inc. All rights reserved.
  

Esta representación del Cristo resucitado tiene un profundo significado para los cristianos de todo el mundo, incluidos los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuya fe se centra en el Salvador y Sus enseñanzas. En el Centro de Visitantes de la Iglesia en Roma hay una reproducción del Christus original, y se encuentran réplicas en escenarios de los Santos de los Últimos Días en todo el mundo.

La estatua del Señor Resucitado tiene los brazos extendidos, a modo de invitación a todos los hombres, mujeres y niños a venir a Él. La invitación de acogida es para toda la humanidad, independientemente de su credo, raza o procedencia.

El Libro de Mormón declara que un Dios amoroso “…a nadie de los que a él vienen desecha, sean negros o blancos, esclavos o libres, varones o mujeres”, enfatizando que todos “son iguales ante Dios” (2 Nefi 26:33).

Los recientes cambios en el Manual General de la Iglesia, publicado a nivel mundial para líderes y miembros, reflejan las enseñanzas de la fe acerca de honrar la dignidad de cada alma. “El prejuicio no es compatible con la palabra revelada de Dios”, declara la publicación. “Estar o no en gracia con Dios depende de nuestra devoción a Él y a Sus mandamientos, no del color la piel u otros atributos de una persona”.

La publicación de la Iglesia “llama a todas las personas a abandonar las actitudes y acciones de prejuicio hacia cualquier grupo o individuo”. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días condena el “prejuicio basado en la raza, etnia, nacionalidad, tribu, sexo, edad, discapacidad, estado socioeconómico, creencias religiosas o la falta de ellas y la orientación sexual”.

Los atributos de amor y tolerancia bendecirán nuestra vida en las sendas de crecimiento personal en el Evangelio – a pesar de los desafíos individuales a lo largo del camino – del mismo modo que la edificación de otras personas.

El azote del racismo se ve cerca de casa. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, declaró en el Parlamento Europeo: “Tenemos que hablar de racismo. Y tenemos que actuar. Siempre se puede cambiar de dirección si hay voluntad para hacerlo. Me alegra vivir en una sociedad de condena el racismo”.

 

Como creyentes, estamos familiarizados con lo que significa ser una minoría oprimida. Por ejemplo, en los Estados Unidos, durante el siglo XIX los Santos de los Últimos Días fueron violentamente perseguidos muchas veces.

Hoy en día, el organismo humanitario de la Iglesia, Latter-day Saint Charities, trabaja con voluntarios en Europa y en todo el mundo para defender el respeto hacia todas las personas, tanto en el país como en el extranjero.

En su intervención en Ginebra durante la Segunda Cumbre Mundial sobre Religión, Paz y Seguridad de las Naciones Unidas, la hermana Sharon Eubank, presidenta de Latter-day Saint Charities, declaró: “Las minorías, los refugiados y los migrantes tienen en común una cosa: su dignidad está en peligro. Su condición y la gravedad de sus necesidades los hacen vulnerables”. Subrayó que necesitamos tender la mano de la amistad. “Es precisamente al tender la mano a estos ‘otros’ cuando uno ve cómo cobra vida la dignidad y se nos recuerda lo que debe significar la democracia y lo que puede significar el desarrollo”.

El gran rabino emérito Lord Jonathan Sacks subrayó que valorar a todos los seres humanos refleja la voluntad de la Divinidad, “Dios, el creador de todo, ha puesto Su imagen en los seres humanos. . .con anterioridad e independientemente de nuestras variadas culturas y civilizaciones, confiriendo así a la vida humana una dignidad y santidad que trasciende nuestras diferencias”.

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