Nota de prensa

Palabras de Sergio Flores Godoy en el Acto-Homenaje del Comité Cristiano de Solidaridad "Monseñor Oscar A. Romero" de Aragón.

¡Qué maravillosa bendición supone el encontrar una persona su sitio en la vida! y yo lo encontré en ésta tierra noble y generosa de Aragón, España hace 35 años, cuando la barra de pan y el tranvía costaban 4 pesetas. Dios nos bendice por medio de otras personas y yo estoy muy agradecido porque Él puso en mi jornada terrenal a personas que me han ayudado y han causado un gran impacto positivo en mi vida y han dejado impresa su huella en mi mente y en mi corazón. El Dr. Joaquín Mateo Blanco es uno de esos personajes inolvidadbles en mi vida, creyó en mí y  me dió una oportunidad ( y yo la aproveché ) al introducirme en el fascinante mundo de las cooperativas. Será siempre mi maestro, compañero y amigo. Al igual que al periodista, escritor y dramaturgo Alfonso Zapater y al escritor y poeta José Antonio Román Ledo (quien hizo el prólogo de mi último libro: "Valores para ser mejores" ambos han emprendido ya ese viaje a la eternidad. Afortunadamente la lista es larga y me encantaría mencionarlos a todos, pero no quiero cometer el riesgo de omitir a ninguno de ellos/as, por lo que tomo prestadas las palabras de Pedro Casaldáliga, "El obispo de los pobres": "Si me preguntan al final de mis días: y tú, ¿quién has sido?, les presentaré mi corazón lleno de nombres" Viajando atrás en el tiempo, en otro continente, en el "Pulgarcito de América" El Salvador, en San Miguel, mi cuidad natal, acuden a mi mente tiernas memorias de mi niñez. Hace casi 50 años, cuando al final del curso escolar en la escuela "Sagrado Corazón de Jesús" se galardonaba a los alumnos más destacados. Yo era uno de ellos. El premio consistía en la imposición de una banda de excelencia. Yo estaba erguido en actitud reverente ante la personalidad invitada, quien se acercó a mí con una franca sonrisa, mirándome a los ojos y mientras me imponía el galardón me susurró al oído y me dijo 10 palabras que nunca olvidaré, fue un llamado a la Acción y a la Superación: "ASÍ COMO HAS DESTACADO HOY, DESTACA SIEMPRE TODA TU VIDA". El personaje era conocido cariñosamente como: "El Padre Romero", con los años fue designado arzobispo de San Salvador. Su magnicido ocurrió mientras oficiaba misa en la capilla de La Divina Providencia, de la citada ciudad, el 24 de marzo de 1980. Ya lo advirtió el filósofo Emerson: "La tragedia de muchos hombres está en que nadie les ha motivado a elevarse por encima de sus límites" desde ese momento sentí que debía convertirme en el protagonista de mi vida y de buscar la excelencia en todos mis hechos". Guardo como "oro en paño" esta presea (y la muestra al auditorio), es como una reliquia para mí, al pensar que el mártir monseñor Romero, "El salvadoreño más universal" conocido ahora como "San Romero de América" la tuvo en sus manos. Estoy profundamente agradecido a mons. Romero, "nuestro paisano inevitable", como diría el ilustre pensador de América don Alberto Masferrer, por haberme motivado a lograr mi potencial y por haberme enseñado valores cristianos y principios correctos. Mi añorada abuela Francisca Godoy me llevaba asiduamente a la Iglesia (casi siempre a "punta de pistola") donde habitualmente oficiaba el padre Romero: procesiones, via crucis, las posadas, misas (incluida la del Gallo). Algunas veces me lo cruzaba por la calle y lo saludaba. Siento una vinculación espiritual, emocional y afectiva con él. Curiosamente su madre Doña Guadalupe de Jesús Galdámez está sepultada junto a la tumba de mi hija mayor Carmen Elena en el cementerio municipal de San Miguel, y en el día de los difuntos, mi esposa coincidía con él (yo ya vivía en España). Presiento que de alguna manera, estamos emparentados, ya que él nació en Ciudad Barrios, muy cerca de Lolotique, un pueblo de donde procede mi familia política. Mi esposa Lidia Carmen y mis hijos, Carmen Elena, Rhina y Sergio llevan el apellido Romero. Hay otro personaje que no quisiera omitir y que ha influido grandemente en mi vida y en la de muchos, me refiero al profeta José Smith, fundador y primer presidente de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, quien en el momento de su martirio murió invocando el nombre de Dios. Yo pertenezco a esta Iglesia cristiana junto con mi esposa e hijos, desde hace más de 30 años, más conocida como "Iglesia Mormona" por su creencia en "El Libro de Mormón, otro testamento de Jesucristo", un texto sagrado y compañero de La Biblia. Pero el mayor de todos y el número uno en mi lista es Jesucristo quien, dio su vida por todos nosotros, Él es nuestro Salvador y Redentor, el Hijo amado de Nuestro Padre Celestial. Mi vida está centrada en Sus enseñanzas y procuro seguir Su Ejemplo, pues "Él anduvo haciendo bienes" (Hechos 10:30); y como dijo S. Pablo, ese gran Apóstol misionero de la fé cristiana: "Porque en Él vivimos y nos movemos y somos."(Hechos 17:28).  Muchas Gracias.

ZARAGOZA, ESPAÑA 28 DE DICIEMBRE 2009

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