12 de octubre de 2010 — Salt Lake City La Iglesia de Jesucristo
de los Santos de los Últimos Días hizo pública la siguiente
declaración a través de un vocero luego de que la Campaña a favor
de los Derechos Humanos hiciera entrega de una petición (disponible
en video (.mov) y
audio (.mp3) con calidad de difusión para que la utilicen los
medios. La versión en YouTube se puede ver o insertar
aquí):
Mi nombre es Michael Otterson. Estoy aquí representando a los
líderes de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos
Días para tratar el asunto de la petición presentada el día de hoy
por parte de la Campaña a favor de los Derechos Humanos. Aunque no
estamos de acuerdo con la Campaña a favor de los Derechos Humanos
en muchos aspectos fundamentales, tenemos también algunos puntos en
común. Esta semana pasada todos hemos sido testigos de
fallecimientos trágicos por todo el país como resultado del acoso o
la intimidación hacia hombres jóvenes gay. Unimos nuestra voz junto
con las de otras personas para condenar sin reservas los actos de
crueldad o los intentos de menospreciar o burlarse de cualquier
grupo o persona que es diferente, si esas diferencias se deben a la
raza, la religión, los retos mentales, la condición social, la
orientación sexual o por cualquier otra razón. Tales acciones,
simplemente no tienen cabida en nuestra sociedad. Esta Iglesia ha
sentido el amargo aguijón de la persecución y la marginación a
comienzos de nuestra historia, cuando éramos muy pocos en número
para protegernos a nosotros mismos en forma adecuada y cuando los
líderes de la sociedad a menudo parecían poco dispuestos a
ayudarnos. Por lo tanto, de entre todas las personas, nuestros
padres, los jóvenes adultos, los adolescentes y los niños, deben
ser particularmente sensibles a las personas vulnerables en la
sociedad y estar dispuestos a hablar en contra del acoso o la
intimidación, cada vez que se produzca, incluso la falta de bondad
para con los que se sienten atraídos hacia otras personas del mismo
sexo. Esto es así de manera especial en nuestra propia congregación
de Santos de los Últimos Días. Cada familia y miembro Santo de los
Últimos Días debe considerar detenidamente si sus actitudes y
acciones hacia los demás reflejan adecuadamente el segundo gran
mandamiento de Jesucristo de amar los unos a los otros. Como
Iglesia, nuestra posición doctrinal es clara: cualquier actividad
sexual fuera del matrimonio está mal, y se define el matrimonio
como la unión entre un hombre y una mujer. Sin embargo, eso nunca,
nunca se debe utilizar como una justificación de la crueldad.
Jesucristo, a quien seguimos, fue claro en Su condena hacia la
inmoralidad sexual, pero nunca fue cruel; Su interés fue siempre el
de elevar a la persona pero jamás el de derribarla. Además, pese a
que la Iglesia se opone firmemente a los matrimonios del mismo
sexo, ha apoyado abiertamente otros derechos de los gays y las
lesbianas, tales como la protección en materia de vivienda o
empleo. La doctrina de la Iglesia se basa en el amor. Creemos que
nuestro objetivo en la vida es el de aprender, crecer y
desarrollarnos, y que el amor incondicional de Dios permite que
cada uno de nosotros alcance su potencial. Ninguno de nosotros está
limitado por los sentimientos o las inclinaciones; en última
instancia, somos libres para actuar por nosotros mismos. La Iglesia
reconoce que aquellos de sus miembros que se sienten atraídos hacia
otras personas del mismo sexo experimentan profundos estados
emocionales, sociales y físicos. La Iglesia distingue entre los
sentimientos o las inclinaciones, por un lado, y el comportamiento
por otro. No es un pecado tener sentimientos, sólo lo es el ceder a
la tentación. No hay duda de que esto es difícil, pero los líderes
de la Iglesia y los miembros están dispuestos a ayudar, a levantar,
a apoyar y a alentar a otros miembros que deseen seguir la doctrina
de la Iglesia. Su lucha es nuestra lucha. Aquellos en la Iglesia
que se sienten atraídos hacia alguien del mismo sexo, pero se
mantienen fieles a las enseñanzas de la Iglesia pueden ser felices
en esta vida y llevar a cabo un servicio significativo en ella.
Pueden disfrutar del hermanamiento total con otros miembros de la
Iglesia, incluso asistir y prestar servicio en los templos y, en
última instancia, recibir todas las bendiciones que se ofrecen a
los que viven los mandamientos de Dios. Obviamente, algunos no
estarán de acuerdo con nosotros. Esperamos que cualquier desacuerdo
se base en una comprensión total de nuestra posición y no en una
distorsión o interpretación selectiva. La Iglesia seguirá
declarando su postura para asegurarse de que ésta se entienda con
exactitud. La paternidad y el amor universales de Dios depositan en
cada uno de nosotros el reconocimiento innato y reverente de la
dignidad humana que compartimos. Debemos amarnos los unos a los
otros. Debemos tratar a los demás con respeto, como hermanos y
hermanas, y como hijos de Dios, sin importar lo mucho que podamos
diferir los unos de los otros. Esperamos y creemos firmemente que
dentro de esta comunidad, y en otras, la bondad, la persuasión y la
buena voluntad pueden prevalecer.
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