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La vida de una maestra de Escuela Dominical

Joleene Salas sale de su casa todos los domingos con las escrituras en la mano y una sonrisa en el rostro. Como cualquier otro miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, comúnmente conocida como la Iglesia mormona, se dirige hacia el edificio donde se reúnen todos los domingos. Como cada miembro de la iglesia, ella tiene lo que en la Iglesia se denomina un “llamamiento”, es decir, una responsabilidad;  en el caso de Joleene es la de dar la clase de Escuela Dominical. Joleene trata de recordar todas las semanas lo que dijo la Hermana Bonnie L. Oscarson, presidenta general de las Mujeres Jóvenes: “Un maestro ordinario se prepara para enseñar una lección. Un maestro extraordinario se prepara para encender una chispa que conduzca a un testimonio y cambie vidas.”

El propósito de la clase de Escuela Dominical es el de fortalecer la fe, de las familias y de cada individuo, en el Padre Celestial y en Jesucristo así como el de ayudar a los miembros de la Iglesia a aprender los unos de los otros. Esto se consigue mediante la “enseñanza, el aprendizaje y el hermanamiento.”

Los Santos de los Últimos Días, o mormones, ya sea en España on en cualquier otro país, se reúnen los domingos durante tres horas. En la segunda hora, los miembros mayores de 12 años asisten a la Escuela Dominical. Los jóvenes de entre 12 y 18 años asisten a una clase, mientras que los adultos mayores de 18 asisten a otra. Sin embargo, la finalidad de ambas es la misma, aprender más acerca de Dios.

Joleene, como muchos otros maestros, se prepara durante la semana para enseñar el domingo usando las Escrituras (el Libro de Mormón, la Biblia, Doctrina y Convenios y la Perla de Gran Precio) y otros materiales de la Iglesia. Entre estos se cuentan manuales y vídeos que se pueden encontrar tanto en internet como en formato impreso. No obstante, enseñar no es el único propósito de maestros como Joleene; aprender es también un factor importante de este llamamiento o asignación. “El enseñar a adultos que saben mucho más que tú acerca del Evangelio me anima a estudiar más y a escuchar el Espíritu mientras me preparo para enseñar”, asegura Joleene. “Mi testimonio sobre diferentes partes específicas de la doctrina se hace mas fuerte cuando me centro en estudiar”.

Los maestros que enseñan lo hacen voluntariamente y no reciben una capacitación religiosa profesional; por ello, tener la guía del Espíritu es algo esencial en las clases. Joleene menciona que lo mejor de la Escuela Dominical es cuando siente el Espíritu ayudándola y guiándola mientras enseña. Gracias a esta clase tanto el maestro como los que asisten pueden aprender, compartir experiencias y, sobre todo, sentir el Espíritu. “Después de una lección donde de verdad he intentado sentir el Espíritu me siento con más energía”, dice Joleene. “Recibo inspiración incluso mientras enseño. Cuando salgo de ahí siento que yo también he aprendido mucho”

Aunque el concepto de reunir a varias personas para hablar del Evangelio existía previamente, la Escuela Dominical no fue creada oficialmente hasta el 9 de diciembre de 1849 en la Ciudad del Lago Salado, E.E.U.U., donde se llevó a cabo la primera clase oficial bajo la dirección de Richard Ballantyne. Hoy en día podemos encontrar clases de Escuela Dominical en todos los centros de reuniones de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

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